TICITL PAKIANI
EL YERBERITO FELIZ 2
Revista de Yerbas curativas de México para beneficio de la salud
de la población en situación de pobreza o vulnerabilidad
Editorial
Por Mario Ramirez
Es importante que el uso de las plantas medicinales está también en el uso doméstico
de las tradiciones curativas de los pueblos antiguos de nuestro país y no sólo
en áreas aisladas o regiones agrícolas donde es difícil el acceso a los servicios médicos,
y por lo tanto se recurre al curandero o yerbero de la zona, sino de forma directa,
los padres o las madres ejercen esa función dentro de los núcleos familiares
en el DF y en el interior de la República. En esta serie de revistas, priorizamos el
acceso a la medicina tradicional mexicana como un derecho social a la herencia
de los conocimientos medicinales de los pueblos indígenas y con el apoyo de
Sederec, se potencia el referente de los mismos.
Las yerbas aquí presentadas son de fácil acceso, pues se encuentran en los mercados
de toda la ciudad y en particular en el mercado de Sonora, donde se pueden
adquirir fácilmente o si no en las macetas como plantas de ornato o hasta en los
camellones y jardineras públicas de la ciudad de México. El rábano, el encino, la
gardenia, el estafiate, la guayaba, la bugambilia y el floripondio se encuentran incluso
hasta en los huertos familiares, si hay jardín en casa, o hasta en las macetas
de la abuela. Las formas de preparación de cada una y su dosificación están presentadas
en fichas didácticas con el fin de que sea sencillo su utilización como una
forma también de democratizar la salud en la ciudad y como un auxiliar o atención
primaria o de emergencia ante enfermedades fácilmente curables.
Cada uno de nosotros guarda en su memoria distintas recetas de la abuela o de
nuestros padres, como de un servidor que dentro de la tradición curativa ñhañhu
se mantiene el uso de las llamadas “plantas amargas” como la forma de currar diarreas.
O el uso de emplastos de vinagre de piña como una manera de desinfectar
heridas – con el consecuente saber primario de la preparación del vinagre con
“madres” de piña, cortes de la cáscara de la piña fermentadas con agua y piloncillo
-. Todo ello derivado de la memoria colectiva heredada de las culturas indígenas
que formaron parte de la civilización mesoamericana de la que forma parte
nuestro país.